Esta es la historia de un alumno cualquiera, al cual le habían puesto un examen de historia para dentro de dos semanas. El alumno se confió, "aún quedan dos semanas"-pensó- "ya estudiaré más adelante."
Este pensamiento perduró en su cabeza hasta el día de antes del examen. Cuando se dio cuenta de que ya no le daba tiempo de estudiar, el alumno se echó las manos a la cabeza. "¡Oh, no!"-pensó.-"¿Qué haré ahora?".
Para el examen existían dos temas que podrían preguntar: Los Visigodos y los Romanitos.
Dada la premura del examen, el alumno ideó un plan que, en su mente, parecía perfecto: "Estudiaré a fondo un tema, los Romanitos, que parece el más importante, y seguro que entra eso en el examen, y así aprobaré."
El alumno estudió a los Romanitos de manera concienzuda, y se los aprendió de manera notable. Con esos conocimientos seguro que aprobaba.
Llegó el día siguiente, el día del examen, y el alumno entró en clase de historia con la confianza del aprobado seguro.
El profesor de historia hizo su habitual chiste de antes de cada examen: "El examen será oral........de una hora de duración." Los alumnos rieron nerviosos y el profesor entregó el examen.
El alumno leyó la única pregunta plasmada en lo más alto del folio: Los Visigodos.
"¡Oh, no!"-maldijo el alumno.-"¡Qué mala suerte tengo!"
El alumno dejó el examen en blanco, pues no sabía absolutamente nada de la pregunta, y se marchó para casa.
Como consuelo, el alumno pensó podría recuperar el examen antes del fin del curso, por lo que se dijo a sí mismo que estudiaría desde el primer día.
"Estudiaré desde el primer día."
Con ese pensamiento, el tiempo fue transcurriendo, y el alumno, por supuesto, no había estudiado nada para el examen.
"Bueno, seguro que esta vez pregunta los Romanitos, pues no preguntará dos veces el mismo tema."-pensó el alumno, con lo que se volvió a estudiar concienzudamente los Romanitos, sabiéndolo tan bien que podía recitarlo mientras se hacía un sanwich de queso.
Llegó el día de la recuperación de final de curso, y el alumno llegó al examen con confianza. "Seguro que hoy apruebo."-se decía.
Habiendo contado su chiste, el profesor se dispuso a entregar el examen de recuperación.
Para desgracia del alumno, la pregunta que rezaba en el folio no era otra que los Visigodos. Aguantando las lágrimas, el alumno volvió a dejar el examen en blanco y se marchó a casa.
Seguía teniendo una oportunidad: Septiembre.
Para septiembre estudiaría, tendría todo el verano por delante, esta vez no volvería a pasarle lo mismo.
Todos sabemos cómo es el verano. entre la playa, las salidas de fin de semana, las juergas con los amigos, etc., el alumno se despreocupó por el examen.
El verano pasó y llegó septiembre. El alumno se sentía consternado. "¿Por qué no estudié el primer día?"-se maldijo.
El alumno era muy cabezón, por lo que decidió seguir con su plan inicial: volvería a estudiar a los Romanitos, pues por estadística, esta vez tenía que caer.
Cuando entró en el aula para empezar el examen, el alumno estaba muy nervioso. No sabía dónde sentarse, dónde mirar, a dónde agarrarse. Necesitaba saber ya si le preguntarían los Romanitos o si volvería a irse a casa dejando el examen en blanco.
El profesor de historia recitó su chiste, y los pocos alumnos que fueron a la recuperación, volvieron a reír nerviosos. Nuestro alumno ni lo escuchó.
Cuando el profesor entregó el examen al alumno, este lo miró, nervioso, y leyó la pregunta: Los Romanitos.
El alumno saltó en su silla: "¡Siiiii! ¡Porfiiiin, los Romanitos por fiiiiin!"-soltó, gritando como un desesperado.
El profesor se giró hacia él y le dijo: "En clase no se grita, ¡expulsado!"