viernes, 25 de abril de 2014

Ex-peludo

Cuando Nico llegó a su oficina aquella mañana y se quitó su gorro de lana y su bufanda, dejando su rostro al descubierto, todos sus compañeros se sorprendieron al ver que no tenía ni un solo bello facial. Estaba totalmente calvo, sin barba y sin cejas.
Nico era famoso por su frondosa y larga barba blanca y su melena de igual color. A raíz de este estilo tan característico, Nico se había ganado muchos motes, como "panda". Habían nacido leyendas debido a su gran matojo de pelo.
Unos decían que él era el mismísimo "Papá Noel", que había dejado su trabajo como repartidor de regalos gratuitos a los niños buenos, y se había metido a oficinista, por que era mucho menos estresante.
Otros decían que en su pasado fue un motorista, con su banda y todo, y que debajo de sus trajes de chaqueta grises, escondía grandes tatuajes de serpientes y demonios sacando la lengua.
Las leyendas no paraban de surgir en torno a su barba. Algunos aseguraban haber oído un leve canto de pájaros cuando Nico pasaba por su lado, lo que dio lugar a rumores que decían que criaba aves dentro de su frondoso matorral peludo.
A veces, cuando algunas compañeras de la oficina se sentían estresadas, buscaban a Nico para acariciarle el cabello y la barba. Incluso algún compañero había requerido de estos servicios. Aunque ellos lo usaban más para cargar pilas, frotándolas rápidamente por todo ese entresijo de rizos y enredos.
Por todo esto, la sorpresa generalizada, creó que todos sus compañeros preguntaran a Nico al unísono:
-¿Dónde están tus pelos?
A lo que Nico respondió:
-Es que hoy hace un frío que pela.

martes, 22 de abril de 2014

Los Romanitos

Esta es la historia de un alumno cualquiera, al cual le habían puesto un examen de historia para dentro de dos semanas. El alumno se confió, "aún quedan dos semanas"-pensó- "ya estudiaré más adelante."
Este pensamiento perduró en su cabeza hasta el día de antes del examen. Cuando se dio cuenta de que ya no le daba tiempo de estudiar, el alumno se echó las manos a la cabeza. "¡Oh, no!"-pensó.-"¿Qué haré ahora?".
Para el examen existían dos temas que podrían preguntar: Los Visigodos y los Romanitos.
Dada la premura del examen, el alumno ideó un plan que, en su mente, parecía perfecto: "Estudiaré a fondo un tema, los Romanitos, que parece el más importante, y seguro que entra eso en el examen, y así aprobaré."
El alumno estudió a los Romanitos de manera concienzuda, y se los aprendió de manera notable. Con esos conocimientos seguro que aprobaba.
Llegó el día siguiente, el día del examen, y el alumno entró en clase de historia con la confianza del aprobado seguro.
El profesor de historia hizo su habitual chiste de antes de cada examen: "El examen será oral........de una hora de duración." Los alumnos rieron nerviosos y el profesor entregó el examen.
El alumno leyó la única pregunta plasmada en lo más alto del folio: Los Visigodos.
"¡Oh, no!"-maldijo el alumno.-"¡Qué mala suerte tengo!"
El alumno dejó el examen en blanco, pues no sabía absolutamente nada de la pregunta, y se marchó para casa.
Como consuelo, el alumno pensó podría recuperar el examen antes del fin del curso, por lo que se dijo a sí mismo que estudiaría desde el primer día. 
"Estudiaré desde el primer día."
Con ese pensamiento, el tiempo fue transcurriendo, y el alumno, por supuesto, no había estudiado nada para el examen.
"Bueno, seguro que esta vez pregunta los Romanitos, pues no preguntará dos veces el mismo tema."-pensó el alumno, con lo que se volvió a estudiar concienzudamente los Romanitos, sabiéndolo tan bien que podía recitarlo mientras se hacía un sanwich de queso.
Llegó el día de la recuperación de final de curso, y el alumno llegó al examen con confianza. "Seguro que hoy apruebo."-se decía.
Habiendo contado su chiste, el profesor se dispuso a entregar el examen de recuperación.
Para desgracia del alumno, la pregunta que rezaba en el folio no era otra que los Visigodos. Aguantando las lágrimas, el alumno volvió a dejar el examen en blanco y se marchó a casa.
Seguía teniendo una oportunidad: Septiembre.
Para septiembre estudiaría, tendría todo el verano por delante, esta vez no volvería a pasarle lo mismo.
Todos sabemos cómo es el verano. entre la playa, las salidas de fin de semana, las juergas con los amigos, etc., el alumno se despreocupó por el examen.
El verano pasó y llegó septiembre. El alumno se sentía consternado. "¿Por qué no estudié el primer día?"-se maldijo.
El alumno era muy cabezón, por lo que decidió seguir con su plan inicial: volvería a estudiar a los Romanitos, pues por estadística, esta vez tenía que caer.
Cuando entró en el aula para empezar el examen, el alumno estaba muy nervioso. No sabía dónde sentarse, dónde mirar, a dónde agarrarse. Necesitaba saber ya si le preguntarían los Romanitos o si volvería a irse a casa dejando el examen en blanco.
El profesor de historia recitó su chiste, y los pocos alumnos que fueron a la recuperación, volvieron a reír nerviosos. Nuestro alumno ni lo escuchó.
Cuando el profesor entregó el examen al alumno, este lo miró, nervioso, y leyó la pregunta: Los Romanitos.
El alumno saltó en su silla: "¡Siiiii! ¡Porfiiiin, los Romanitos por fiiiiin!"-soltó, gritando como un desesperado.
El profesor se giró hacia él y le dijo: "En clase no se grita, ¡expulsado!"

lunes, 21 de abril de 2014

Maestro

Mientras su agresor le apuntaba con un arma de fuego entre ceja y ceja, dispuesto a matarlo, su vida pasó por delante suya como un flash, en imágenes rápidas pero reconocibles.
Vio su nacimiento, cuando el doctor le dio una palmada en el trasero y soltó su primer llanto. Memorizó el rostro de ese malnacido y juró vengarse.
Vio su infancia, en un colegio público donde todos los niños se reían de él por llevar aparato y gafas. Su miopía infantil no le impidió mirar a cada uno de esos niños y memorizar sus caras para, en un futuro, tomarse la justicia por su mano.
Vio su juventud, cuando por primera vez entró en una clase de karate, dispuesto a tomar lecciones para así poder defenderse en la vida. Llegó a convertirse en campeón regional, lo que le llevó a estudiar más artes marciales. Taekwondo, jiu-jitsu, krav magá, judo, boxeo, kick boxing, muay thai....En todas y cada una de esas artes marciales llegó a ser campeón, incluso recibió una masterclass del mismísimo Chuck Norris, en la que le enseñó cómo eliminar a una persona de 65 maneras diferentes usando solamente utensilios de costura. Aprendió también la lucha mínima, el arte de luchar con objetos pequeños, como un lápiz o un clip.
Todo esto le llevó a ser lo que es hoy en un día: el mejor maestro de artes marciales del mundo, superando a David Carradine y Pat Morita.
Miró el arma del bandido que lo amenazaba, recordando todo lo vivido.
El conjunto de llaves marciales fue digno de una película en la que Jackie Chan lucha contra Bruce Lee mientras Jet Li pasa volando cerca. Inmovilizó a su agresor y sonrió satisfecho.
Su memoria selectiva no le había fallado en esa ocasión.

Salvador, D.P.

Un día de trabajo como otro cualquiera, sentado en mi Renault Megane, vigilando con mis prismáticos a la mujer de mi cliente, de la que éste sospechaba que le era infiel. Sus sospechas si hicieron ciertas a los 5 minutos de mi vigilancia, aunque creo que no con el resultado esperado.
La mujer de mi cliente había ido a visitar a una amiga a su casa, un ático del barrio de Puntales, cuya terraza se veía desde la propia calle. No creo que la mujer tuviera ningún miedo a que su marido la descubriera, dado su exhibicionismo. La amiga resultó ser algo más, por lo que presencié un acto sexual entre dos mujeres, cosa que había sido una de mis fantasías sexuales desde que descubrí el cuerpo femenino. La otra ya os la contaré.
Tras una docena de fotos tomadas, y un calentón que necesitaría una buena ducha fría, llamé al marido y cliente para confirmarle sus sospechas. Al contarle que se veía con otra mujer, me dio la impresión de que no estaba dolido ni furioso, sino un poco motivado. De esta manera recordé que mi fantasía erótica es la del 95% de los hombres. Al otro 5% le ponen los azotes y las máscaras de cuero.
Tras otro caso resuelto por el detective más en forma de toda la ciudad, me volví a mi casa a descansar, ya que al día siguiente tenía jornada intensiva en mi otro trabajo.

Vivo en Cádiz, una pequeña y acogedora ciudad del sur de España. Al ser tan pequeña, es muy difícil ser un detective privado, pues, como decimos allí: “En Cádiz se conoce “to” el mundo”. Por esta razón, llevo una doble vida, por lo que tengo un segundo trabajo. Que a decir verdad, es el que me sustenta, ya que como detective, en Cádiz, hay muy poco trabajo.
Trabajo en una gasolinera en la Zona Franca de Cádiz, frente al Estadio Ramón de Carranza, orgullo de los cajistas. Aunque el equipo no haya ganado nada nunca, a excepción del Trofeo Carranza.
Gracias a este trabajo, conozco a la mayor parte de la población gaditana, pues la gasolinera se encuentra en un punto estratégico por el que tienen que pasar prácticamente todos los vehículos que entren o salgan de la ciudad. Y eso me viene muy bien para llevar a cabo mi pasión: la investigación privada.
Es cierto que en Cádiz no ocurren muchos sucesos que un detective privado pueda solucionar; pero de vez en cuando aparece un caso con el que satisfacer mi sed de misterios. Ya sé que espiar a una lesbiana que no se atreve a salir del armario no es un gran misterio; pero al menos hago uso de mis herramientas de detective: bloc de notas, prismáticos, gabardina y sombrero, mi móvil encriptado y, por supuesto, el típico diario falso, con el que tapo mi cara cuando persigo a un objetivo.
Mi aspecto también me viene muy bien para el trabajo de investigación sigilosa. Soy bajito, moreno y ni muy guapo ni muy feo; por lo que suelo pasar muy desapercibido. Aún no comprendo como Tom Cruise, uno de los hombres más deseados, puede ser un espía. Yo creo que cuando Tommy pone un pie en la calle ya tiene a cien mujeres detrás queriendo arrancarle la camisa a bocados.
Sí, soy un poco exagerado. Pero así somos en Cádiz.

La Mutua de Stan abre sus puertas

"Pasen sin llamar" rezaba el cartel en la puerta. Y así lo hacía todo el mundo, sin discriminación alguna, pues Stan no le hacía ascos a nadie. No importaba su raza, género, tamaño o condición, para Stan cualquier visitante era el perfecto cliente.
Stan ha vendido barcos, chapas, sombreros, ataúdes y seguros.
Ahora le va muy bien con su Mutua. O eso cree.
Porque acaba de abrir.